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Aunque los calçots no son muy propios de Mallorca poco a poco se están introduciendo en nuestra cocina y lo hacen en almuerzos multitudinarios. Organizar una calçotada con los amigos y conocidos es una forma muy divertida de consumirlos. De hecho una calçotada para una par de comensales es tan aburrida como una caragolada para uno.

La diversión ya empieza al ponerlos sobre la parrilla. Aquí hay controversia: ¿han de asarse al calor de las brasas o con las llamas? Después llega averiguar cuál es la mejor forma de quitar, con las manos y sin quemarse, las primeras capas de la cebolla hasta que quede sólo lo más tierno, que ha de mojarse en la salsa romescu. Durante toda la operación ni que decir tiene que hay risas, manchas y diversión. Después de las cebollas no ha de faltar una buena torrada de carne y embutido, unas judías hervidas y que no falte un buen vino mallorquín y si es posible beberlo con un porrón.

Maria Martín