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GABRIEL ALOMAR El cementerio de Palma refleja en sus distintas fases la evolución cronológica de la ciudad. Una historia que arranca en 1821 con la bendición de la parte vieja a raíz de la disposición emitida por el rey Carlos III en 1787, indicando la conveniencia de eliminar los enterramientos en las iglesias por obvias razones de higiene.

Desde aquel entonces hasta la actualidad, el cementerio de Palma ha experimentado sucesivas amplaciones cuyo aspecto es el resultado de estudios realizados con mayor o menor fortuna estilística.

La reforma del llamado «cementerio nuevo» dio comienzo con los aires de modernidad que trajo el nuevo siglo XX, tras el significativo derribo de las murallas en 1902. Fue el momento en que se trazó el plano del ensanche de la ciudad, cuya calidad a nivel de uniformidad de criterio y disposición en cuadrilátero de las calles coincide con el período que afectó a dicha fase del cementerio.

Una ampliación que se extendió desde dentro hacia fuera, hasta alcanzar la actual rotonda. Allí se construyó en 1938 la puerta principal, que a su vez sirvió en su momento para enaltecer y dar perspectiva al contemporáneo mausoleo militar italiano de estilo fascista, obra del arquitecto Ugo Geunari y traído especialmente desde la Italia de Mussolini, con la coordinación del ingeniero Ricardo Zorgi.

La alianza entre el bando nacional de los sublevados con las potencias del Eje contra la República, adquirió en Mallorca especial importancia, dada la posición estratégica de la Isla en el Mediterráneo Occidental frente a un litoral peninsular en manos gubernamentales. De ahí que la Italia fascista decidió levantar este sepulcro monumental para dar reposo a sus caídos, pertenecientes a la tripulación de la nave «Quarto» y a los aviadores derribados por la aviación o los antiaéreos republicanos, durante las operaciones de bombardeo realizadas sobre Catalunya.

Junto a este mausoleo y en la misma Vía de los Mártires, se encuentra la tumba perteneciente al Ejército del Aire español, según un proyecto del arquitecto Guillermo Muntaner y erigido en un estilo funcionalista y contemporáneo en 1960. En sintonía con los nuevos tiempos, su sencillo monolito de mármol cuenta con tres gaviotas junto a la inscripción «Gloria a los caídos del aire».

La calle central que separa ambos sepulcros monumentales se denomina Vía de la Cuz y ofrece una perspectiva visual monumental que une la puerta de 1938 con la capilla, concluida por el arquitecto Antonio García-Ruiz en 1968.