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El ex presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo fallecía ayer a los 82 años de edad, su figura está señalada por acontecimientos que marcaron el futuro de España. Su acceso al poder se produjo en un momento crítico, por la dimisión de Adolfo Suárez, que no podía controlar las tensiones internas de Unión de Centro Democrático (UCD), un conglomerado de ideologías que tuvo su papel determinante en el inicio de la Transición, pero que agotaba cualquier posibilidad de seguir siendo opción válida en el futuro. En ese contexto y durante su debate de investidura, Calvo Sotelo tuvo que padecer el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.

Fue durante su mandato cuando se culminó el proceso de entrada en la OTAN, lo que reactivó aún más si cabe las distensiones en el seno del partido. Tuvo que bregar también con el proceso judicial contra los golpistas y sujetar, dentro de lo que era posible, los ramalazos del antiguo régimen que todavía estaban presentes entonces en algunos miembros de las Fuerzas Armadas.

La derrota electoral de 1982 fue una auténtica debacle, los socialistas se impusieron con una mayoría abrumadora, la UCD se deshizo como un azucarillo y el ex presidente Calvo Sotelo abandonó la vida política activa. Esto no significa que no manifestara, en algunas ocasiones, su apoyo a los conservadores de José María Aznar.

Ahora bien, hasta quienes tienen posturas políticas muy distantes reconocen que actuó con criterio y sentido común, una de las cualidades que más resaltan quienes le conocieron de cerca. Eso amén de su sentido del humor y una fina ironía que le caracterizó siempre.

Con la muerte de Leopoldo Calvo Sotelo desaparece una de las figuras clave de aquellos años, una de las que permitieron que la alternancia política fuera un hecho normal y que la democracia se asentara definitivamente en España.