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ÀLVARO IZAGUIRRE La imperiosa necesidad del inmigrante de verse apoyado por su propia familia y de contar con ella en un nuevo escenario de vida, es la razón principal por la cual decide emprender el trámite para conseguir la reagrupación familiar.

Mediante este proceso los extranjeros extracomunitarios residentes legales en España pueden conseguir traer a sus familiares. La tramitación ampara a cónyuges; hijos propios o los de su cónyuge, incluidos los adoptados, siempre que sean menores de 18 años o estén incapacitados, y no estén casados.

Dentro de lo que se considera como requisitos básicos, se encuentra el hecho de que el extranjero residente legal en España deberá haber renovado su permiso de residencia, y éste tenga una validez mínima de un año. Pero también son requisitos indispensables para la concreción de la reagrupación el disponer de un alojamiento suficiente para sí mismo y para su familia, así como también contar con medios económicos suficientes.

Apostados frente a la oficina de Extranjería varias familias ya reagrupadas y otras en vías de ello; el común denominador de estos casos que impulsa a emprender los trámites continúa siendo el sustento emocional para el inmigrante, además del desarrollo económico en conjunto del núcleo familiar.

Juan Carlos llegó de Uruguay hace ya cuatro años y acude a la oficina con su mujer y sus dos niñas menores recién llegadas. Catalogó el proceso de reagrupación como «complicado» y «largo». Si bien aseguró sentir un «profundo alivio» cuando consiguió traer a su familia, reconoció que lo burocrático de la tramitación estuvo cerca de forzarlo a desistir: «Nos encontramos con poca información, pero además, en cada oportunidad que me ha tocado venir me he encontrado con que falta algún papel. Es toda una complicación reunir los requisitos, y cuando finalmente los cumples sucede que se añade algo más».

Joan es mallorquín, en tanto que su pareja Caty es peruana y llevan ya un tiempo considerable conviviendo. Caty tiene una pequeña niña de 4 años en el país andino y lleva adelante la tramitación por reagrupación familiar, teniendo en cuenta que no ve a su hija desde hace dos años. Según asegura, desde Extranjería se le ha informado que su tramitación demorará en torno a los cinco meses o más, lo que le ha generado una profunda preocupación y nerviosismo. Su pareja Joan añade que nunca había vivido de cerca una situación así y que se encuentra ahora más que «asombrado» ante este tipo de tramitaciones: «Parecemos un país tercermundista. Aquí hay algo muy lógico, deben entender que la niña tiene que estar necesariamente con su mamá. No se trata de cumplir plazos».

Muy en contraposición con estos dos casos mencionados es el que experimenta Alexandra, proveniente de Santo Domingo. Se mostró muy conforme con la actuación de la oficina en torno a sus documentaciones y solicitud. En lo que a ella respecta, catalogó como de «rápido» el asunto tratado, teniendo en cuenta que en cinco meses pudo reunirse con su esposo y su pequeño hijo de 12 años.

Alexandra mira al futuro con optimismo y entiende que a partir de ahora «las cosas las habré de encarar de otra manera», indicando que la lejanía de su familia era factor de desconcentración en su propio empleo.

El caso de José, joven padre ecuatoriano, tuvo un final feliz al poder reencontrarse con sus dos hijos menores de edad. En sus palabras se denota la felicidad de verse rodeado de estos tan vitales afectos. En su opinión, el sistema le ha facilitado la oportunidad de recomponer su vida en esta tierra: «Es cierto que ha sido bastante extenso el trámite, pero lo importante es que ya puedo estar con ellos (sus hijos) y pienso que no hace falta nada más», concluye.

Patricia procede también de Ecuador y desde hace casi cinco años reside en Mallorca. A través del proceso de reagrupación familiar ha logrado la llegada de sus tres hijos de 18, 16 y 15 años. En su testimonio sólo hay palabras de agradecimiento ante este logro que entiende habrá de ser más que beneficioso para su familia. Viuda, pero actualmente en pareja, Patricia asegura que el ámbito familiar se ha visto mejorado y la tensión constante de la incertidumbre en relación a los menores ha pasado a ser ahora «una verdadera calma».

Con respecto a los trámites desarrollados coincidió en lo «burocrático» de éstos, aunque dejó en claro que una vez obtenidos los requisitos no tuvo inconvenientes de ninguna índole.

Abordada en la oportunidad, una profesional gestora de Reagrupación Familiar restó importancia a lo burocrático de los trámites, asegurando que todo ello, por lógica, requiere de un cierto tiempo. Por otra parte, y en relación a su experiencia con estos casos, dijo que los reagrupantes procuran primero que nada estar con sus familiares directos.

El segundo paso apunta siempre a obtener la autorización de residencia para todos los componentes de su núcleo familiar y, a partir de allí, la intención de buscar trabajo para todos.

El presidente de la Asociación de Protección de los Inmigrantes de Balears (APIB), Leonardo Ferreira, quien también cumple funciones de gestor ante Extranjería en temas de reagrupación familiar, coincide en señalar que el proceso exige demasiados «papeles».

Ferreira denunció la existencia de denegaciones de visados en países como Ecuador o República Dominicana, donde indicó que para este último país se ha exigido inclusive examen de ADN a hijos de los reagrupantes.

Califica de «complicados» a los consulados de España en esos territorios, y añade además que ya ha presentado quejas ante el Ministerio de Relaciones Exteriores, a los efectos de salvar estos inconvenientes.

«Pienso que esto que se está dando no es muy justo. Porque están exigiendo demasiados papeles para aquellas personas que lo único que les preocupan son sus hijos menores. Hay que ser más humanitarios. Aquella persona que puede traer sus familiares a España es porque paga sus impuestos y cumple con todos los requisitos de la ley. Y si está dentro de la ley tiene todo el derecho de reagrupar a su familia, como mínimo», indica Ferreira, y añade que «hay que pensar que tanto para España como para el propio inmigrante, es un beneficio que éste pueda estar con su familia. Inclusive si se piensa que en vez de remitir dinero a su país de origen para sus seres allegados, ese montante se queda en territorio español. El consumo de esa persona aquí se acentúa con sus familiares presentes, y eso contribuye a activar el consumo y la economía en general», señala el presitende de la Asociación de protección de los Inmigrantes.