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Michael Caine, vestido como en la víspera "y es que por lo que se ve, Sir Maurice Joseph Micklewhite, que es como se llama Caine, se gasta menos en ropa que los hermanos Matamoros en peines", e igualmente tocado de gorra visera de color azul, y su esposa, Shakira, que lucía un vistoso salakof, tras saludar a Tomas Graves, que con otro componente de Pa amb oli band, estaba recogiendo los bafles que habían utilizado en el concierto que dieron a los invitados en la noche anterior.

Comenzaron a andar por la calle Porcho, que es la que lleva al cementerio. Seguro que, a través de Tomas, Caine se habría enterado de que los restos de su padre, Robert Graves, reposaban en el pequeño camposanto, en la cima de la colina. «Pues seguro que van al cementerio», me dije. Pero no.

Al poco de echar a andar por la empinada vía, dieron media vuelta y regresaron al hotel, en el que permanecieron hasta la hora del almuerzo, poco antes de la una, en que, con el matrimonio Weber a la cabeza, se dirigieron al restaurante próximo al lavadero, cuya terraza había sido reservada para ellos y, por el olor, suponemos que almorzaron paella. Bajo el sol, eh.

Pedro Prieto