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A primera hora del pasado viernes, Carlos Grauches, agente de auxilio judicial en una sección de la Audiencia de Palma, era un funcionario en huelga. Pensaba sumarse a la procesión que horas después iba a escenificar por las calles el «entierro de la Justicia» y le vino a la mente 'Recuerdos de la casa de los muertos', de Fedor Dostoievski, sobre todo porque en una vieja edición española tuvo aquel título alternativo de 'Memorias de la casa muerta', y así veían él y sus compañeros huelguistas la sede ministerial de Mariano Bermejo.

Una hora después de esa reflexión, Carlos era un funcionario que se incorporaba a su oficina de la Audiencia para prestar «servicios mínimos», pues la compañera que tenía ese compromiso se hallaba indispuesta. «No entraba en mis cálculos perderme la procesión -dice resignado-; me incorporaré cuando lleguen aquí y participaré en los cánticos: ¡va por ti, señor Bermejo!».

Corre el reloj y los servicios son en verdad mínimos. Dado que en esa jornada no hay juicios en su sección, y que buena parte del trabajo de las oficinas judiciales requiere el ahora inexistente tráfico de documentos en razón de la huelga, Carlos apenas tiene tarea. Así es un día tras otro en la postura de fuerza que arrancó el lunes 4 de febrero y en la que él ha participado activamente.

Un mensaje al móvil actualiza las consignas breves durante la manifestación que viene de Vía Alemania: «Si esto no se apaña, caña».
Carlos advierte que en el edificio de la Audiencia no hay pancartas reivindicativas. Están a punto de llegar los diputados y senadores electos para recoger sus credenciales y los funcionarios que están dentro en 'mínimos' han de apañarse con un folio de «huelga indefinida» para salir en la foto junto a ellos. «Es cutre -dice-, porque era buena oportunidad de colocarlas en las imágenes que se van a tomar en la escalera, pero es lo que hay».

Interino durante algo más de un año en juzgados de Manacor y Santa Margalida, Carlos aprobó la oposición en 2003. Como su oficina actual no tiene guardias que eleven el salario, es un 'milcieneurista' de la escala más baja de la Administración de Justicia. Aún no les ha sido descontada cantidad alguna de la nómina. «Eso debe formar parte de la negociación con el Ministerio -matiza-, pero en todo caso la huelga no es sólo por los 200 euros de menos respecto a los transferidos, sino por una serie de condiciones de trabajo que nos acerquen a la dignidad».

Es mediodía y Carlos participa en «el entierro». Ha de salir al encuentro de la comitiva, pues no se permite la entrada en el patio a los manifestantes. Cuando se van camino de la Delegación del Gobierno, vuelve a la pequeña oficina de arquitectura imposible, que ahora ya le parece inhóspita con sus montañas de papel.

«Si esto no se apaña, caña». Lo susurra cuando acaban los 'mínimos' y sale del edificio. Va solo. Estas semanas no hay ningún ambiente.