Pasadas las nueve de la noche, Miquel Àngel Torrandell lograba subir a lo más alto y hacerse con el gallo. Foto: NURIA RINCÓN

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El Pi de Sant Antoni preside desde ayer tarde la Plaça Vella de Pollença, donde permanecerá hasta el miércoles de ceniza, fecha en que será retirado, tal y como manda la tradición, para ser reutilizado en la elaboración de las espadas que se emplearán en la batalla entre moros y cristianos durante las fiestas de la Patrona.

Las fiestas más ancentrales de Pollença siguen así una pauta completamente cíclica de la que se tiene constancia desde tiempos inmemoriables. Pollença no es el único pueblo que vive la tradicional fiesta del Pino, donde los jóvenes muestran su destreza trepando a lo alto de un ejemplar bien preparado para alcanzar el premio de su punta.

«Cucañas», como se conoce popularmente esta fiesta en muchos pueblos de la Península, las ha habido siempre, pero pocas representan el sentir de un pueblo como lo hace la tradicional fiesta del Pi de Sant Antoni en Pollença y es que los pollencins sienten muy suyas todas y cada una de sus tradiciones.

Elena Ballestero