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Ya lo dice mossèn Gili, que la auténtica fiesta es aquella que hace el pueblo y no la que se organiza a golpe de talonario por una u otra institución. Y Artà es el auténtico ejemplo de la fiesta del pueblo: Sant Antoni en Artà es una explosión de júbilo.

A las nueve de la mañana se daba el 'sus' a horas y horas de fiesta. Los dimonis ofrecían el primer baile ante la Casa del Trull, este año ante ca mossèn Gili, uno de los tres obreros junto con Pere Pep Gil y Miquel Cursach. La calle larga y estrecha se llenó con un gentío, camisa blanca, pañuelo rojo y la botella de hierbas en mano.

No hacía falta nada más: una buena voz para cantar y las notas del tatxín, tatxín, tatxín santantonier.
Se iniciaba la tradicional capta por el pueblo con el acompañamiento de centenares de personas. En Xisco 'Mosca' y en Biel Ferrio, como cada año y bajo la careta de los dos demonios, calentaban el ambiente. Artà estaba en fiesta, el pueblo vibraba, se respiraba la bauxa, detrás de los dimonis corría la gente para verlos bailar; ellos, con sus cañas, hacían anchas para poder bailar, y, a nada que podían, cogían una o dos jovencitas y las sacaban al círculo para hacerlas bailar. A media mañana, la lluvia quiso sumarse a la fiesta y unas gotas se dejaron caer sobre Artà, pero la fiesta ya estaba en danza, no tenía fin.

Por la tarde, a las 19.00 horas, se inició la salida hacia las completas que se celebran en la iglesia parroquial, uno de los actos más emotivos del Sant Antoni de Artà. Después, empezaron a arder los primeros foguerons.

Hoy serán las beneïdes las que cobrarán todo el protagonismo de la fiesta de Artà, con animales de todo tipo y plumaje.

J. Socies / G. Mas