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os niños son quienes más sufren en estos momentos en las zonas afectadas por el terremoto que devastó el sur del Perú el pasado 15 de agosto. Privados de sus casas, en la mayoría de los casos de un techo bajo el que resguardarse, de sus juguetes y de sus escuelas, miles de niños y niñas pierden el día entre escombros, buscando algo con que entretenerse y pasar las horas. Los más pequeños sobrellevan el día durmiendo porque el frío de la noche les impide descansar. Sus padres, agotados por una jornada en la que apenas han encontrado alimento y han tenido que retirar toneladas de escombros de sus casas derruidas, se enfrentan de nuevo a una noche en vela. Para agravar aún más la situación, son muchos los pequeños que han enfermado a causa del frío y de la mala alimentación.

Pese a las campañas promovidas a través de la radio para intentar que los niños recuperen en lo posible la normalidad regresando a las aulas, lo cierto es que son pocas las zonas en las que se han habilitado carpas o aulas prefabricadas para que los alumnos retomen el curso escolar casi cincuenta días después del seísmo. El terremoto destruyó la mayoría de los centros docentes entre el sur de Lima e Ica, y bajo sus escombros ha desaparecido la gran parte del material escolar. Mientras en Hualcará (Cañete) se han instalado carpas para impartir clases desde la semana pasada, en otros núcleos poblados no se ha acondicionado todavía ninguna infraestructura de emergencia que permita recuperar la vida educativa.

Un grupo de maestras de Pueblo Nuevo de Chincha, desesperadas por la pasividad de las autoridades de Educación, acudió a María Alcázar, directora de Ayne-Perú Trinitarias, para que intercediera ante las autoridades de la localidad e intentara que se habilitara algún lugar donde poder reiniciar el curso. Y no son sólo los maestros los que exigen que se reanuden las clases cuanto antes. Los niños también esperan con ansiedad su regreso a las aulas porque la monotonía de los días entre escombros se vuelve insoportable.

«Es fundamental que los niños vuelvan a clase», afirma María Alcázar. «Si su vida transcurre entre escombros no conseguirán superar el trauma que les ha dejado el terremoto». Cuando se le pregunta a cualquier niño «¿Qué has hecho hoy?», la respuesta es siempre la misma: «Nada».

María Alcázar, al frente de un grupo de voluntarios de Ayne-Perú Trinitarias, ha repartido mil bolsas de material escolar entre niños de diferentes comunidades afectadas por el terremoto, con el que los pequeños podrán continuar sus clases hasta que finalice el curso y desarrollar una serie de actividades a través de los grupos de apoyo movilizados por las Trinitarias. Quienes quieran colaborar en esta campaña pueden hacerlo a través de las cuentas abiertas por Ayne-Perú en Sa Nostra (2051 0005 46 1070011207) y La Caixa (2100 0765 84 0100450171).

«Los niños necesitan motivación y ayuda psicológica, para superar la situación en la que viven tras el terremoto», señala María Alcázar. De hecho es generalizado el temor entre los pequeños de que cualquier día, en cualquier momento, pueda repetirse un terremoto como el del 15 de agosto, porque las réplicas, aunque de baja intensidad, continúan en las zonas devastadas.