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Aina Calvo y su equipo cumplen cien días al frente del Ajuntament de Palma y, aunque cien días no es nada, la sensación general que desprende su gestión hasta el momento es de lentísima progresión. Claro que Calvo y su coalición progresista vienen a cubrir el hueco dejado por un hiperactivo PP que no desaprovechó ni un minuto para llevar a cabo iniciativas faraónicas a veces con resultados más que dudosos. Los de Calvo parecen querer ir a paso más lento. Es una táctica prudente, aunque también es verdad que a los ciudadanos les gustaría ver resultados pronto. ¿Los problemas que arrastra la ciudad desde tiempos inmemoriales? Ya los conocemos todos: falta de limpieza, falta de zonas auténticamente verdes, carril-bici, guarderías, instalaciones deportivas, alternativas de ocio, una apuesta clara y rotunda por el transporte público..., y sobran ruidos, zonas marginales, inseguridad, desorden urbanístico...

Prácticamente nadie pedirá a la alcaldesa que lleve a cabo obras monumentales o edificios emblemáticos, sino más bien una ordenación lógica y consecuente de la ciudad. Palma es ya demasiado grande y son 400.000 personas las que la disfrutan y sufren a diario. Es en nosotros en quienes ha de pensar el equipo de gobierno de Cort. Y de momento se ha notado poco el cambio en el Ajuntament. A título de curiosidad, el distanciamiento del Consistorio de los actos con motivo de las fiestas de la Mare de Déu de la Salut, patrona de Palma. Y dos traspiés políticos rectificando posturas anteriores: las ayudas a los libros de texto y la recuperación de un premio Ciutat de Palma en castellano.

Pueden ser incidentes producto de cierta bisoñez o síntomas de descoordinación. Queda tiempo para comprobarlo. Pero la buena imagen no dura siempre. La ciudad quiere ver que el Ajuntament funcione y que se tomen decisiones. Transcurridos cien días ya no hay excusas.