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Los primeros meses de la presente legislatura, en la que se ha producido un cambio en el color político de los responsables de las principales instituciones, están poniendo en evidencia la ligereza con la que los diferentes partidos realizan sus compromisos ante el electorado. Las decisiones más relevantes dadas a conocer generan, por su contradicción respecto a las promesas programáticas, el escepticismo entre los votantes y el desencanto respecto a los gobernantes.

Durante las últimas semanas se han multiplicado los ejemplos de esa distancia, excesiva, entre el dicho y el hecho en la política balear que ayer el president Antich trató de justificar ante sus altos cargos. De la gratuidad en la adquisición de los libros se ha pasado a una subvención condicionada. Todo lo concerniente al futuro hospital de Son Espases es un buen exponente de esta situación. En similares términos puede hablarse de los premios 'Ciutat de Palma', a los que se incorpora un premio de crítica literaria en castellano tras rechazar su creación en la anterior legislatura del PP.

Del mismo modo que todos los partidos políticos defienden la alternancia como una de las esencias de la democracia, parece justo reclamar mayores dosis de responsabilidad a las principales formaciones "en el caso balear PSOE y PP" cuando se encuentran ejerciendo la oposición; período que se aprovecha para formular propuestas demagógicas con el objetivo de erosionar al adversario.

Es el momento de reclamar coherencia y altura de miras a los dirigentes políticos de Balears, reconocer sus errores y, lo que es todavía más importante, crear pautas de comportamiento para que en el futuro queden desterrados estos usos que en nada favorecen su credibilidad ante los ciudadanos. Comprender que la oposición, y el gobierno, es una situación transitoria es el primer paso para introducir elementos de sensatez, sin que ello signifique la renuncia de sus principios ideológicos, en nuestra clase política.