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El viernes del Rocío suele ser el día más fuerte para la Hermandad de Palma. En la víspera, en la Palma del Condado -a algo más de 20 kms de la aldea- se asiste a últimas horas de la tarde a la misa de acción de gracias organizada por la hermandad de esta bella localidad onubense, posiblemente la más limpia y cuidada de la comunidad andaluza y entre las que más del país, en la que se hace hermanos de ella a Baltasar Coll y Margarita Oliver, su mujer -ambos de la hermandad palmesana-. Sobre las 23.00 se regresa al Rocío, a donde se llega sobre la 1.00 horas, dado que el tráfico de la única carretera que comunica ambas localidades es denso y encima se ha de dejar paso a las distintas hermandades que a caballo, en carreta o como sea, van llegando a la aldea. Una vez en casa, entre que se cena y se mete uno en la cama, son las 2.00, pero como a las 6.00 horas de la madrugada se ha de estar en el bus para regresar a La Palma y asistir a la misa del peregrino, te pasas, como quien dice, la noche en blanco. Para colmo, los vecinos de nuestra casa, que han hecho el Camino en la víspera, no paran de cantar hasta el alba. Así que cuando comienzas a hacer el Camino estás hecho un trapo, pero da lo mismo, se echa p'alante atando corto el cansancio y el sueño. Quien viene al Rocío no viene a descansar, sino a vivir y disfrutar de él.

Tras la misa del rociero oficiada en la entrada del bello y barroco templo parroquial, las hermandades de la Palma del Condado y la de Palma de Mallorca van en procesión por las calles más importantes del pueblo y en la salida se toma un refrigerio a base de ensaimada y «palomitas» de anís. Hay que entonarse, pues tenemos por delante más de 30 kms. de camino, más de la mitad del mismo sobre el polvo. Porque hasta Bollullos del Condado pisamos asfalto, de ahí hasta poco antes de llegar a Almonte, gravilla, y a partir de ahí, polvo. La calle principal de Bollullos del Condado, como quien dice, se paraliza al paso de los romeros mallorquines. En cabeza siempre la carreta portando el Sin Pecado. Y en su entorno, casi todos los hermanos, ellas de gitana y ellos de corto, con el presidente Torres Navarrete a la cabeza. Comino no podía ser de otro modo.

A la salida de Bollullos, con el cielo que parece que se quiere encapotar, nueva parada, esta vez para tomar el bocadillo. Media hora de descanso y a seguir, ahora por un camino de gravilla con campos de girasoles, trigo, vides y olivares a ambos lados. A lo lejos siempre se escucha el tambor y el pito del «pitero» un sonido peculiar que es el que marca el paso. Y si te pilla el cansancio, te subes a las carretas. No es ninguna deshonra hacerlo, puesto que el camino sigue siendo largo y tampoco se trata de competir con nadie para demostrar que uno es el más fuerte. En Almote hacemos otro alto, ahora frente a la iglesia parroquial. Los boyeros aprovechan para dar de beber a la pareja de bueyes mientras que los demás nos tomamos otro respiro: afrontar el polvoriento camino que nos conducirá hasta el Pastorcito, sito a unos doce kms de la aldea. ¡Ya falta menos!, nos animamos con la boca pequeña.

Pedro Prieto