El Sant Crist dels Boters, una talla en madera del siglo XVI, fue llevada por cinco cofrades a hombros, dando así más espectacularidad al paso. La procesión contó además con otro paso, el de la Mare de Déu Dolorosa, una escultura del mallorquín Joan Roig, portada a hombros por cuatro penitentes.
En medio de una gran expectación, al margen de que la amenaza de lluvia había hecho peligrar su salida desde la iglesia de Sant Joan de Malta, los cofrades, con su tradicional túnica de color blanco con la cruz de Malta, así como también de blanco el capirote, sandalias y guantes, comenzaron la procesión ilusionados.
El presidente de la Cofradía, Pedro Ferrer, se mostraba orgulloso y satisfecho por cómo había transcurrido todo el recorrido por las calles de Sant Joan, Montenegro, Sant Feliu, Sant Llorenç, Sant Pere, Llotja del Mar, hasta la entrada a la iglesia.
La gran sorpresa, agradable por cierto por su religiosidad y tradición, fue el paso de la Virgen de las Angustias de la Cofradía de Penitentes de Ntro. Padre Jesús del Perdón, portada por una veintena de costaleros, que engrandeció, aún más, la procesión.
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