TW
0

S.BENNASAR-BARCELONA
No corren buenos tiempos para la política de guante blanco, y el tema lingüístico escuece. La última muestra pudimos verla el martes en el Espai Mallorca de Barcelona, cuando el director general de Política Lingüística del Govern, Miquel Melià, aseguró que «exigir la obligación de saber catalán es ser de la ETA». El director general estaba sentado entre el público en el debate de política organizado por Sa Sargantana. Cuando el debate estaba a punto de concluir, Melià pidió la última intervención y se dirigió a un joven que antes había interrogado duramente al representante del PP, Fernando Rubio, para alabar todo el que había hecho el Govern en política lingüística y para asegurar que «exigir la obligación de saber catalán es ser de ETA».

Desde el público se había insistido a los ponentes del PP y de UM (Josep Lliteras) en la necesidad de explicar «por qué el Estatuto consignaba y permitía la presencia de ciudadanos de primera y de segunda en materia lingüística cuándo el catalán hace ocho siglos que se habla en Mallorca y el castellano sólo 50 años». Rubio defendió que el Estatuto no hacía ciudadanos de primera y de segunda por esta cuestión y explicó que el Govern «está encaminado a un modelo multilingüe». Por su parte, Lliteras remarcó que desde el Consell se está «haciendo todo lo posible para que el catalán sea una obligación».

La respuesta no satisfizo al público, que continuó insistiendo en la cuestión. El diputado Eduard Riudavents, del Partido Socialista de Menorca, aseguró que, «tanto tú como yo somos ciudadanos de segunda en Balears como todos los catalanoparlantes», y recordó que su formación había hecho más de 300 enmiendas al Estatuto, entre ellas la propuesta de redactado «la lengua catalana, en su carácter de idioma oficial, tendrá a todos los efectos la misma consideración que la castellana».

Fue justo después cuando Melià pidió el turno. Sus palabras le valieron duras réplicas de los ponentes y una bronca general del público, mientras Rubio veía que todo el trabajo que había hecho durante una hora se destruía por culpa del minuto de gloria de Melià.