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Desde el Ministerio de Medio Ambiente se ha enviado esta semana al Consejo Nacional del Clima un plan global con las medidas oportunas para luchar contra el cambio climático. Y a la vista del plan en cuestión -que responde al título «Estrategia española de cambio climático y energía limpia»- lo primero que hay que destacar es su timidez, su falta de audacia ante un problema que al ciudadano se le presenta como muy grave. Sintetizando, se puede decir que el plan en cuestión se limita a incluir como compromiso en la lucha contra el cambio climático la propuesta europea de que para el año 2020 el 20% de la energía proceda de fuentes renovables.

Presenta también algunas medidas aisladas, como un mayor control de aparatos de aire acondicionado y electrodomésticos, y alumbrado público. En suma, letra pequeña, ya que ni la propuesta europea va más allá de lo dicho, ni el control que propone el Ministerio puede dar grandes resultados de circunscribirse a un ámbito tan pequeño como el citado. Se echan en falta decisiones en materia económica, especialmente de fiscalidad.

El plan se queda corto en determinados aspectos inicialmente considerados y que al parecer han sido frenados desde el Ministerio de Economía. Estamos, pues, ante un plan en cuya elaboración el Gobierno se ha visto «desbordado» por su propia falta de ambición.

Algo que puede incidir particularmente sobre la importancia que el ciudadano llegue a dar al problema del cambio climático. Ya que cualquiera tiene derecho a pensar que primero se nos asusta con la perspectiva de dicho cambio, pero luego, en la práctica, es la propia Administración la que no se lo toma muy en serio.