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No sabemos si denominarlo el último 'botellón' del verano o el primero del otoño, porque ¡que más da! si el botellón del viernes fue idéntico al del sábado, como lo será al de semanas siguientes. Y es que el 'botellón', muy a pesar de muchos, se ha convertido en parte de nuestra cultura. Es un adosado al Passeig Marítim de Palma, Moll Vell y otros lugares de Ciutat en las noches del fin de semana.
El 'botellón', según la teoría de los que participan en él, está más que justificado: beber al aire libre, comprando la bebidas en el súper o trayéndolas de casa, sale más barato que hacerlo en el bar. Cierto. Pero no es menos cierto que si el bar, o discoteca, cobra más es porque paga impuestos, publicidad, camareros, seguridad social, permisos, vigilancia, etc. Y quienes no tenemos bar, ni vamos al botellón, hemos de costear su limpieza. Porque no vean como quedan los escenarios de los 'botellones' una vez que éstos, con el alba, terminan. Quedan todo hecho unos zorros por no decir otra cosa peor.
Y como siempre, la autoridad municipal competente sigue viendo los toros desde la barrera, aplicando de vez en cuando alguna que otra medida que, a causa de su inconsistencia, a los pocos días deja de cumplirse. Por ello, la autoridad competente debería regular de una vez por todas el 'botellón', dotarle de unas normas tanto de higiene como de seguridad, con lo cual todos saldríamos ganando, y no como ahora que, además de dejar desamparado al empresario que paga los impuestos ante una competencia desleal, tampoco se asegura de que en el 'botellón' no suceda algo lamentable a causa del descontrol que reina y que permite que beba quien quiera, lo que quiera y la cantidad que le apetezca, y no sólo eso, sino que a veces beba licor que esté fuera de control sanitario, cosa que en los bares y discotecas no ocurre, porque sí se controla, y no vean de que modo. En cambio, ahí, tal vez por temor a que los chavales no les voten, lo permiten. O si no, que alguien nos expliqué por qué es así.
El último 'botellón' de verano, o el primero del otoño, dejó un panorama que no se diferencia en nada al de 'botellones' anteriores: botellas, cascotes, papeles, vómitos, orines, gente que no se tiene en pie a lo largo y ancho de su escenario. Mientras, brigadas de Emaya, que pagamos usted y yo, limpian a manguerazos, o a escobazos, la basura que han dejado los chavales, recogiéndolas en bolsa y depositándolas en camiones. Un trabajo que los de la empresa municipal de agua y alcantarillado hacen notablemente y en un tiempo récord, pues cuando aún se ven 'botellonistas' en el lugar, el piso está de nuevo limpio.
Pedro Prieto