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La Cumbre de Países No Alineados celebrada en La Habana ha concluido con la afirmación, según los principales países impulsores de este encuentro, de que se ha producido un «reverdecimiento» de este movimiento antiimperialista. Un discurso que se adivina ciertamente anacrónico y escasamente tranquilizador si sale de boca de personajes como Hugo Chávez o el presidente iraní Ahmadineyad. Como siempre, la Unión Europea, en una muestra de diplomacia y de respeto hacia los No Alineados, ha enviado a la capital cubana una representación de segundo nivel en calidad de oyentes. En cambio España, en una decisión, cuando menos extraña en las actuales circunstancias, ha enviado a un secretario de Estado, Bernardino León.

Es evidente que caben todas las críticas razonadas que se quiera a la política exterior de los Estados Unidos, porque es cierto que han cometido múltiples errores, el principal de ellos su intervención armada en Irak.

Ahora bien, España no puede ni debe alinearse con personajes de una calidad democrática o escasa o nula que han convertido el antiamericanismo en su único argumento para perpetuarse en el poder enardeciendo al pueblo frente a un enemigo común.

Venezuela, Cuba, Corea, Bolivia e Irán son peligrosos compañeros de viaje y, si bien es verdad que, ya sólo por mera cortesía debemos estar representados, no debemos dar la impresión de conceder apoyo excesivo a políticas que son incluso peligrosas para el equilibrio mundial. Nuestro país está inmerso en la Unión Europea y la política exterior no puede ni debe diferir en exceso de la de nuestros socios comunitarios cuando ésta es la adecuada. Este era el caso de la cumbre en Cuba. Los gestos en política exterior deben ser mucho más mesurados.