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En la finca de Sa Torre, de las Bodegas Macià Batle, ya hace quince días que empezó la vendimia. Cada día un grupo heterogéneo de entre quince y veinte personas trabaja durante toda la mañana y parte de la tarde recogiendo racimos de uva de diferentes variedades. Tienen edades comprendidas entre los 17 y los 77 años y todos ellos acuden a vendimiar por motivos diversos. Maria Magdalena Salamanca tiene 17 años y es la primera vez que viene a vendimiar. Animada por su tía Carmen, de 36, esta joven de Inca piensa repetir el año que viene, aunque su vocación no está en el campo. «Quiero empezar un módulo en el Instituto Pau Casesnoves, de Inca. El campo me gusta pero es muy pesado pasarse aquí tantas horas cuando hace calor», explica. Mª Magdalena ha venido con algunas amigas de Inca, que tienen su misma edad y acuden por primera vez vendimiar. Silvia Anastasia Pope llegó con una amiga que dejó el trabajo al cabo de dos días. Ella ya lleva un mes trabajando en varias finca y asegura que el campo es lo suyo. Yanire Guzmán tiene 19 años y ha venido a vendimiar con un objetivo: recaudar dinero para costearse los viajes a la Universidad. «Este verano he trabajado ya en la almendra y ahora estoy en esto. Empiezo la licenciatura de administración y dirección de empresas este año y tengo que pagarme el coche y la gasolina», dice decidida.

Jordi Nicolau es el vendimiador más veterano de Sa Torre. Tiene 76 años y recoge y poda la uva desde los quince. Jordi tiene una finca con viña y viene por amistad con el gerente de Macià Batle, Ramon Servalls. «Cada año me piden que venga a esporgar y a esfiolar porque hay poca gente que lo sepa hacer como toca», dice. Este jubilado sabe cómo podar las cepas para evitar enfermedades y reivindica su larga experiencia en todo tipo de labores de campo. Biel Ferrer, de Binissalem, es otro de los vendimiadores más expertos. Durante todo el año trabaja en la finca de Sa Torre cuidando las cepas. Biel es de los que están acostumbrados a soportar el calor del campo y alaba el trabajo de Macià Batle. «Hay otras bodegas que recogen casi toda la vendimia con máquinas. Aquí saben cuidar a la gente», dice.

Amador es uno de sus compañeros y trabaja también todo el año en las fincas y en la bodega de Macià Batle. Es ecuatoriano y en su país trabajaba en una mina. Quizás por eso ahora el campo le encanta. «Soy de Machala. Allí el clima es más templado y al principio aquí siempre tenía calor. Llevo ya tres años ayudando a Toni», cuenta. Toni Ramis es l'amo de Sa Torre y quien conoce más de cerca las dificultades de organizar una vendimia. Lamenta que cada día sea más difícil encontrar a gente dispuesta a recoger la uva y estos días va a tope. «Hasta el 12 de octubre trabajo de siete de la mañana hasta las tantas de la noche. Cada año busco a gente para vendimiar y cada vez está más complicado. Vienen marroquíes, búlgaros, sudamericanos y algunos mallorquines», dice. Todos ellos trabajarán recogiendo racimos de diferentes variedades hasta mediados de octubre, cuando ya toda la uva haya madurado y esté dentro de la bodega. Allí, tras la limpieza de la raspa y el exprimido, el mosto se almacena en depósitos, dónde empieza proceso que acaba dando lugar al vino.

Marta Medrano