Los 'botifarrons' y 'camaiots' fueron elaborados de manera tradicional ante los invitados.

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El Consell de Mallorca, en su continuo esfuerzo por mantener las tradiciones culturales de la Isla vivas, celebró ayer en el Centre d'Arqueologia i Restauració de Son Rossinyol unas concurridas matances.

A las seis de la madrugada, un cerdo de Ca'n Bernardí de Campos, que pesaba 269 kilos, era sacrificado. Tras rascar la piel con piedra pomer y recoger la sangre para hacer frit comenzó el despiece del animal.

Un grupo compuesto por unas 16 personas de Campos trabajaron en los preparativos hasta la llegada de los primeros invitados. El conseller de Economia i Hisenda, Miquel Àngel Flaquer, junto a otros directivos y compañeros del Consell de Mallorca, visitaron la exposición de herramientas y vestimenta que lucía la gente del campo, con ilustración de fotografías de la época e información detallada de cada cosa. Los asistentes, unos alrededor de los foguerons donde se calentaban de la fría mañana, pudieron degustar y saborear la sobrassada recién hecha así como los botifarrons, camaiots, panceta y demás embutidos sacados del cerdo sacrificado a primera hora de la mañana.

Pero si gustaron los productos, más gustó ver cómo lo hacían, pues con la maquinaria más rudimentaria se pudo ver como metían la sobrassada en las tripas, así como se ataban los camaiots o como se preparaban la panceta.

Y no sólo disfrutaron los invitados, también lo hicieron quienes durante todo el día colaboraron, desde María Rosselló, María Balle, Margarita Sastre, Jerónimo Fullana quienes cortaban las tripas, hasta Guillem Ginard, director Insular de Cultura, quien arrimó el hombro haciendo sobrassada junto a otros payeses. La jornada finalizó con populares ball de bot y juegos.

En definitiva, la de ayer fue una jornada en la que se puso de manifiesto una tradición que se mantiene en su máxima esencia.

Julián Aguirre
(texto y foto)