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Dejamos atrás un año más con sus luces y sus sombras y damos la bienvenida a otro nuevo, pues, a pesar de tratarse de convencionalismos sin demasiado fundamento, resulta casi ineludible cumplir con los rituales clásicos de hacer balance mirando hacia el pasado y de plantear retos, ilusiones y esperanzas de futuro. Ha sido 2005 un año ambivalente, en el que hay que anotar desgracias de enormes magnitudes, como el terremoto de Paquistán, la muerte de inmigrantes en su intento por saltar la valla que separa Àfrica de España, el goteo incesante de muertes en las carreteras, la violencia doméstica, que no cesa... y noticias esperanzadoras, como la aprobación de leyes de marcado carácter social, como la equiparación jurídica entre parejas del mismo sexo y matrimonios tradicionales, la norma contra el tabaco y la de ayuda a las familias que tienen entre sus miembros a personas dependientes.

En lo meramente político, sin duda el asunto de mayor trascendencia ha sido el debate sobre la reforma de los estatutos autonómicos, que todavía coleará, y mucho, a lo largo de 2006. Como cada año, hay que lamentar pérdidas y festejar nacimientos. Tras la muerte del papa Juan Pablo II, que suscitó emotivas muestras de duelo en todo el mundo, llegó la elección del nuevo pontífice, Benedicto XVI, y el país entero acogía con simpatía el nacimiento de Leonor, futura reina de España. Un hecho que también dará que hablar el próximo año, a raíz de la necesaria reforma constitucional que permitirá que la pequeña acceda al trono cuando sea preciso.

Aquí, más cerca, este año, como el próximo, ha sido de inauguraciones: la televisión autonómica, la Conselleria d'Immigració y, sobre todo, carreteras y más carreteras. Un año de realizaciones que pone en la línea de salida a los políticos de cara a un 2006 que será año preelectoral y, por tanto, movido.