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AVANCE. Las obras de construcción (algunos dicen destrucción) del aparcamiento subterráneo en el espacio que ocupaba antiguo arrabal musulmán, últimamente conocido como «el barrio chino», avanzan que es una barbaridad, tanto que aquello ya no lo conoce ni la madre que lo habitó. El agujero que «engulló» las viejas casas y una parte importante de la historia de la ciudad para empezar otra nueva y muy diferente, ya luce la capa de cemento que servirá de techo al espacio dedicado a almacenar coches, y de suelo para que lo pisen y ensucien los mortales de carne y hueso.

NO ERA ESO. Como se ha dicho y escrito, no era ese el proyecto primitivo que surgió del gobierno municipal socialista que entonces decidía los destinos de Palma, a corto plazo por lo que se ve. Porque en principio se pretendía conservar el máximo de edificios o sus fachadas para que la reforma no trastocara en demasía la evolución natural del sitio. Con el cambio de mando surgió el cambio de ideas, y entre estas estaba lo del macro aparcamiento y el borrón y cuenta nueva a la configuración viária del barrio que ahora se ha quedado sin historia. No obstante, en el nuevo proyecto se fijaban unos mínimos de conservación, que no han sido fielmente respetados, pero que por lo menos han dejado en pie algunos elementos que en cierta medida recordarán cómo era aquello entonces.