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La buena noticia, excelente, es que el crecimiento económico balear se ha establecido en un satisfactorio 2'3% en el tercer trimestre del año, lo que avala la buena marcha de la maquinaria, que se sitúa así en su mejor nivel desde 2001. Lo que no resulta tan esperanzador es que el verdadero motor de este subidón sea el sector de la construcción (ha crecido un 3'3%), que a lo largo de los últimos meses se ha ido convirtiendo en la locomotora del crecimiento económico, bastante por delante de nuestro tradicional número uno, el turismo (que se incrementa en un 2'2%). Que la construcción se mueva es positivo, por cuanto es un sector dinámico que genera una fuerte creación de empleo y conlleva beneficios para otras áreas del sector industrial. Sin embargo, basar el dinamismo de nuestra economía en obras que comienzan un buen día y terminan dos años después puede hacernos caer con facilidad en aquello que suele decirse: «pan para hoy y hambre para mañana», porque cuando este frenesí constructor finalice, ya no habrá más grandes obras que encargar.

De cualquier forma, debemos felicitarnos del hecho de que las cifras encajen y la sociedad balear siga avanzando hacia adelante a un ritmo muy superior al que lo hace el conjunto de la zona euro. Porque los primeros indicios de que las cosas pueden empezar a complicarse se están manifestando ya. Después del incremento espectacular de los tipos de interés en Estados Unidos, ya se escuchan ecos en Europa que reclaman la necesidad de seguir por la misma senda, aunque a ritmos más moderados. Se advierte que, probablemente, a primeros de año veremos cómo el Banco Central establece un precio más caro para los préstamos con la intención de enfriar un poco la economía y contener la escalada de la inflación. No seamos agoreros, pero tomemos precauciones.