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La segunda jornada del debate sobre el estado de la autonomía acogió el eco de numerosas y ácidas críticas de todos los partidos de la oposición a la gestión del president Jaume Matas en el ecuador de su mandato. Únicamente Maria Antònia Munar, de Unió Mallorquina, respaldó algunas de las actuaciones del Govern del PP, aunque tampoco pecó de timidez a la hora de plantear los retos más graves a los que se enfrenta Balears: hiperactividad constructora, inmigración masiva, corrupción política, futuro turístico, deuda pública, insularidad, reforma del Estatut... En fin, todo un rosario de problemas pendientes. En este sentido tenía razón la portavoz socialista, Francina Armengol, cuando recriminaba a Matas que en su discurso del día anterior había sobrado informe de gestión y habían faltado ideas políticas.

En estos debates siempre se tiende a establecer un antagonismo blanco o negro entre lo que ofrece el Govern y lo que exige la oposición. De ahí la necesidad de establecer un término medio que nos aproxime de forma más realista a la verdad del momento que vive la Comunitat. Balears está perdiendo posiciones en su calidad de vida y eso lo vivimos todos a diario. Por eso es necesario abrir los oídos a la versión pesimista de la oposición, no porque sea un retrato robot de la realidad, sino porque nos da indicios claros de dónde están los déficits. La desorbitante deuda pública asumida por Matas para llevar a cabo sus proyectos de infraestructuras, la definición de un Estatut que resuelva de una vez por todas las carencias que provoca la insularidad, la avalancha de inmigrantes y un sector turístico que no ve con claridad su futuro son las líneas que necesitan atención urgente. Lo demás, el balance económico, las cifras, las estadísticas, están muy bien, pero hay que mirar lo que nos falta, no lo que ya hemos logrado.