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George Sand cuestionó la hospitalidad de los mallorquines en su obra «Un invierno en Mallorca», recordó Isabel Moll, catedrática de Història en la UIB, en la apertura de unas jornadas culturales que han conmemorado el centenario del eclipse total de sol de 1905, evento que reunió en la Isla a importantes figuras de la ciencia. Cien años más tarde, apuntó la catedrática, Catherine O. Stevens alabó en sus trabajos científicos la hospitalidad y colaboración de los mallorquines con los observadores extranjeros que llegaron en agosto de aquel año para llevar a cabo sus mediciones y poner a prueba la fiabilidad de sus instrumentos.

Hechos destacados, entre otros, fueron la colaboración del entonces alcalde de Palma, Font i Monteros o el editorial de Enrique Alzamora en «La Almudaina» centrado en la importancia del evento para promocionar la Isla, idea que apuntó ayer Joan March, miembro de la Societat Catalana d'Historia de la Ciència i de la Tècnica, tras un recorrido por los trabajos del «gran maestro» Giorgio Abettí en la Rivista Geografica Italiana, las publicaciones de las expediciones británicas, una de ellas, encabezada por Sir Norman Lockyer, fundador de «Nature» y responsable deSolar Physics Committee, las modernas y minuciosas publicaciones de la delegación alemana, alejadas ya de toda literatura, y la suiza capitaneada por Raul Gautier, en la que colaboró el profesor de la Escola de Belles Arts de Palma, Jorge Anckermann: «El eclipse de 1905 ha supuesto la proyección más importante de Mallorca en el mundo científico». Joan March afirmó que la elección de Mallorca «respondió a un cúmulo de casualidades», tal vez la más destacada fue la elección de Crommelin, experto en la observación de cometas y pequeños planetas y jefe de la expedición de la British Astronomical Association. «Cada semana debatían sobre el lugar adecuado para observar el eclipse, al final Crommelin se decidió por Mallorca, simplemente porque le gustaba», constató Moll.