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La muerte de un turista tras consumir éxtasis líquido semanas atrás en Eivissa ha hecho saltar todas las alarmas y ya se ha puesto en marcha una campaña contra el tráfico y el consumo de drogas para evitar, en la medida de lo posible, que se produzcan nuevos casos como éste. Desde el Govern se ha promovio el reparto de folletos explicativos sobre los efectos del consumo de estupefaciones, a la vez que se realizarán campañas formativas para los empleados de las discotecas, donde habitualmente se consumen las drogas. A la vez, claro está, desde el Gobierno central se seguirá incidiendo en la persecución del narcotráfico.

Hay que convenir en que estas medidas son necesarias y plausibles, pero quizá tengan una efectividad limitada. Porque todas las encuestas revelan que para los españoles las drogas vienen asociadas a conceptos como la diversión, el placer y la amistad. O sea, ideas del todo positivas que tienen un efecto terrible. Así que en esto, una vez más, la clave está en la educación, en la formación de nuestros niños y jóvenes, que llegan a la adolescencia ignorándolo casi todo sobre cuestiones tan cruciales para su desarrollo y su futuro como el sexo, las drogas, el alcohol...

Las fuerzas de seguridad del Estado perseguirán el tráfico de drogas durante siglos, los propietarios y vigilantes de las discotecas estarán advertidos, los turistas leerán los folletos mil veces, pero mientras los jóvenes sigan creyendo que drogarse les conducirá a la felicidad, aunque sea momentáneamente, el problema no hará más que crecer. Planteémonos seriamente qué clase de educación les estamos dando a nuestros hijos, y no solamente en el colegio y el instituto, sino también, y sobre todo, en casa, donde el diálogo y la claridad, sin tapujos, son las armas para formar seres adultos y responsables.