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Las declaraciones del líder del PP catalán Josep Piqué en las que se refería al secretario generapopular, Àngel Acebes, y al portavoz parlamentario Eduardo Zaplana y decía que éstos conectaban con el pasado de la formación conservadora han levantado una auténtica polvareda. Tanto es así que Piqué pedía, sólo veinticuatro horas después, disculpas, y ponía, si se estimaba oportuno, su cargo a disposición del partido. También el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, reconvino al presidente de los conservadores en Catalunya.

En el fondo de la polémica está, sin duda, algo más que una mera cuestión de imagen. Se trata, en el fondo, de determinar cuál debe ser la línea que debe seguir el partido si quiere afrontar unos comicios con garantías de poder ganarlos. Piqué representa una línea de moderación que aboga por el entendimiento con las formaciones nacionalistas y que iría a la búsqueda del voto de centro, para muchos analistas el auténtico granero en el que se amparan los grandes partidos para hacerse con el poder.

Por el contrario, Acebes y Zaplana representan al sector más conservador, en una línea de clara confrontación con el Gobierno, con el PSOE y con los nacionalistas. Además, los dos fueron la cara del Gobierno de Aznar en los trágicos días de marzo de 2004, lo que, para algunos, los pone en una difícil situación.

Aunque ayer Àngel Acebes diera por zanjada la polémica con Piqué, del que, por supuesto no se va a prescindir, ya que es una personalidad esencial en la política del PP en Catalunya, el debate interno seguro que está abierto y que a lo largo de los próximos meses se pueden producir movimientos sensibles. Habrá que estar expectantes.