Ella, por sorpresa, se sube a sus espaldas. Foto: CLICK

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Hace años, en aquel verano que siguió al invierno en que disputó la final de Melbourne a Sampras, Carlos Moyà se bañó con delfines en Marineland. Era una de sus ilusiones, según dijo por entonces. Ayer, años después de aquello, se volvió a bañar, ahora con su novia, la italiana Flavia Pennetta, tenista como él y de la que se tendrá que separar por unos días, pues se ha ido a disputar un torneo, según nos dijo, a Módena (Italia).

Y si a Moyà no es frecuente verle bañarse con delfines, tampoco es muy dado a que le vean bañándose con su chica. Lo decimos porque cuando estuvo con la tenista rumana y, posteriormente, con la presentadora de televisión, no hubo manera de pillarlos. O llegábamos al sitio minutos después de que se hubieran ido, o si llegábamos a tiempo, ellos nunca aparecían. ¿Que por qué no les propusimos alguna vez un posado? Porque eso era poco menos que misión imposible. Ahora parece que le da lo mismo. Incluso sabiendo que estábamos nosotros al acecho, no interrumpió para nada el baño con su novia. Todo lo contrario, siguió con sus chapuzones y aguadillas como si nada, lo cual es de agradecer.

Naturalmente, en ese comportamiento puede que haya influido ella. Por lo que observamos a través de la distancia, es una chica normal, con los pies en el suelo y muy bien enrollada con la familia y amigos de su novio. Además de buena jugadora de tenis, estoy seguro de que Flavia asume muy bien lo de que son personajes apetecidos por la prensa, por lo que es muy normal que si los ven, y si además están juntos, como ayer tarde, irán a por ellos. Por tanto, ¿para qué ir contra corriente?

Pedro Prieto