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Casi todo está a punto para iniciar el retorno en casa. Antes, sin embargo, los expedicionarios han tenido que resolver algunas cuestiones que quedaban pendientes, como pasar cuentas con Thamserku -encargada de la logística y de los servicios en el Campo Base- y facturar rápidamente hacia Mallorca unos 150 kilogramos de exceso de equipaje.

Los escaladores sufrían ayer porque no podrán hacerse con todo aquello que es suyo, parece que gran parte del equipaje que ya tendría que haber llegado «inexplicablemente» todavía circula por los alrededores de Lukla. Desde Thamserku, Rai, su gerente, les asegura que «todo está controlado» y que hoy lo tendrán todo. Pero ellos, hasta que no lo vean, no estarán tranquilos. Al fin y al cabo son un par de millares de euros en material de montaña los que están en juego.

La última fase de la expedición está resultando más complicada de lo que parecía en un principio. En el Nepal, nunca hay prisas para nada. Y eso es un hecho constatable en cada uno de los pasos que dan Jopela, Oli y «los dos Tolos» en Katmandú, cuando nada más quedan 24 para abandonar la capital del país de las grandes montañas.

Mientras tanto, los miembros de la expedición tienen hoy una cita con Sonam Sherpa, el propietario de Thamserku, con quien tienen que resolver, además de este tema, la parte más delicada de todas las cuentas que tienen pendientes: liquidar unas 40 botellas de oxígeno que no han utilizado en su primer intento frustrado de coronar el Everest. Aunque las pagaron a 390 dólares la unidad, sólo podrán recuperar 250 de su precio original. Éste era el acuerdo que firmaron. La cuestión se centrará, entonces, en si vale la pena venderlo o guardarlo para una próxima expedición al techo del mundo.