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Si el concepto de globalización tiene hoy un sentido concreto, éste hay que encontrarlo en todo lo que afecta al comercio mundial. Lo peor del asunto es que la repercusión que puede tener en él un auge, o una caída, en el desarrollo de la economía de uno u otro país, va más allá del marco establecido hasta ahora para las relaciones comerciales, lo que genera desequilibrios hasta hace poco inimaginables. Esta nueva situación determina, por ejemplo, que el espectacular crecimiento registrado por la economía china en los últimos años esté amenazando seriamente al sector textil español. En este campo, las importaciones procedentes de China están causando auténticos estragos. El recorte del empleo en el sector textil español está batiendo todos los récords. Debido a la invasión de ropa procedente de China, las fábricas españolas han perdido más de 18.000 puestos de trabajo entre enero y abril del presente año con respecto al mismo período de 2004. Esta caída del empleo está lógicamente en consonancia con un descenso de producción cifrable entre un 8 y un 12%. Abundando en una implacable lógica comercial, es igualmente de destacar el número de talleres de confección que han cerrado en nuestro país en los últimos tiempos. Algo que resulta especialmente preocupante si tenemos en cuenta el buen momento que estaba viviendo el diseño de moda español, puesto que hoy los diseñadores, a falta de talleres en funcionamiento, se ven obligados a encargar la confección de su producción fuera de España. Y es precisamente por ahí donde atisban una posible solución quienes advierten de la necesidad de potenciar las marcas españolas como única forma de mantener la competitividad. Sobre todo antes de que los chinos -hasta ahora tan sólo fabricantes- empiecen también a contar con diseño propio.