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La pescadería del mercado del Olivar volvió ayer a la relativa normalidad, con el pescado más caro de los previsto, debido al temporal en el Mediterráneo, y poco público, con más ganas de mirar que de comprar. Salvo en algunos puestos, que por diversas causas permanecían cerrados, la gama multicolor que compone el pescado devolvía el atractivo a ese espacio, aunque en los rostros de los vendedores se intuía cierta serena preocupación, como una especie de resaca de lo acontecido en las tres semanas anteriores.

Para algunos, como Joana Fuster, será difícil olvidar el mal trago que han tenido que sufrir al disponer de pescado mallorquín en su puesto. «Era pescado comprado directamente a la barca, no en la lonja. Pero fui increpada duramente por otros que tenían sus puestos cerrados. El problema es que aquí hay clanes y si estás fuera de lo que estos deciden puedes tener problemas. Esto es una democracia y deberían ser respetadas todas las opiniones». Como ella, muchos consideran que la crisis empezó hace más de un año. «Porque la gente va a las grandes superficies, aquí es un problema aparcar, tienes otras costumbres sociales. Casi todos los que vienen a comprar son gente mayor; los jóvenes suelen venir sólo a comprar marisco».

En lo que coinciden casi todos es en que «todos tenemos parte de razón», porque mientras consideran que era mucho mejor como funcionaba la subasta desde siempre, también son conscientes de que es lógico delimitar espacios de trabajo y seguridad. Pero niegan que pactaran precios a la baja. «Si queremos ver todo el género es para tener una idea previa de lo que podemos disponer. Ahora tenemos que ir improvisando sobre la marcha, a medida que van saliendo las cajas», por eso quieren una solución intermedia, sin partes dominantes o dominadas. Y mientras, «habrá que esperar a ver qué deciden dentro de dos meses, porque nosotros estamos acostumbrados a trabajar con el pescado mallorquín, que es el que queremos sobre todo», dicen.