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El Ateneu Llibertari Estel Negre y la Llista de Memòria Històrica organizaron ayer «La ruta de la vergonya», una iniciativa encaminada a limpiar Palma de símbolos fascistas, anular las sentencias franquistas, y promover la rehabilitación moral y jurídica de las víctimas del franquismo.

Unas 150 personas se dieron cita en la plaça de Cort donde comenzó la ruta de la vergüenza. Fue el escritor Albert Herranz la voz de s'Estel: «Hoy Palma rinde homenaje a los verdugos y se olvida de las víctimas».

«Setenta años después del inicio de la represión en Mallorca, 30 años desde la muerte del máximo responsable de la misma, exigimos al Ajuntament de Palma que ponga fin a esta infamia y reivindique la memoria de todos aquellos que pagaron un alto precio por creer que otra sociedad era posible».

No faltaron alusiones al Círculo Mallorquín, donde «los señores prepararon la represión franquista», de camino a la cruz de los Caídos situada frente a la Almudaina.

Vía Roma, Vía Alemania, Vía Portugal... vías de apoyo al alzamiento franquista. Llegamos a la Escuela de Arts i Oficis. «Aquí se llevaban a cabo los consejos de guerra. El asesinato frío, sistemático y aberrante», dijeron. Recuerdo a Llorenç Roses, primer alcalde republicano de Soller y sometido al primer juicio de guerra, y emoción patente de Biel Riera, militante de Juventudes Socialistas, preso político, al volver al lugar donde condenaron a muerte a su padre aunque finalmente no le ejecutaron.

«La sala de las angustias». Así era conocida la sala Augusta, el antiguo almacén de madera de la familia Mir; o simplemente Can Mir, donde fueron encerrados presos políticos en condiciones infrahumanas. Allí se reunieron ayer Catalina y Antonia Paris, hijas de Andreu Paris Martorell, preso político desaparecido. De niñas le llevaban comida a su padre ya que a partir de 1937 se permitió que los familiares llevaran una vez por semana leche condensada, aceite de oliva o les limpiaran la ropa. Un día, como tantos, Antonia le llevó comida y le dijeron que su padre había sido liberado, término que muchas veces, como en esta ocasión, era «sinónimo de asesinado por grupos falangistas», contaba Herranz. Lágrimas en el encuentro de Catalina y Antonia Paris con Biel Riera, uno de los pocos supervivientes de Can Mir.