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La Fundación Aeronática Mallorquina proyectó ayer en el local del aeródromo de Son Bonet la película La Batalla de Inglaterra, de Guy Hamilton, que fue comentada por Fortunato Lazarán, piloto de pruebas que participó en la filmación de la cinta, rodada durante tres meses en Tablada (Sevilla). «Durante el rodaje realizamos múltiples trucos de vuelos en formación y derribo de aviones, con auténtico riesgo», recuerda Lazarán destacando la barrena simulada con botellas de humo y cuya escena final se efectuaba con una maqueta teledirigida. «Han pasado casi 40 años, el papel me vino de rebote fuera del Ejército del Aire. El comandante Santa Cruz, jefe de la Patrulla Acrobática, dado que parte de la filmación se efectuaba en España, no quiso quedar mal ante ingleses y americanos y llamó a dos oficiales, uno de los cuales era yo, un brigadilla que llevaba meses sin volar».

La elección española fue debida a la cantidad de aviones originales Messerchmitt alemanes no desguazados existentes, veinte en total, y al conocimiento que poseían los pilotos nacionales sobre estos aparatos, que se utilizaron para recrear los históricos combates contra los británicos Spitfire. Nunca aparecían juntos en un mismo plano, sino combinados. Las escenas de vuelo se rodaban a bordo de bombardeos B-25 con morro de cristal donde se instalaban tres cámaras y en la cola donde iba prácticamente con los pies al aire, recuerda Lazarán. Quien, por cierto, ha volado durante 44 años en diversos aviones civiles y militares o, lo que es lo mismo en lenguaje aeronáutico, ha invertido 29.000 horas de vuelo, habiendo pasado por momentos difíciles.

«Para adaptar aquellos cazas recuperábamos los fuselajes adaptados a motores Merlin de doce cilindros y situábamos las ametralladoras de 20 milímetros en el morro junto a la hélice. Eran muy complicados de manejar a la hora de realizar los giros, cruces o picados que aparecen. El ruido era ensordecedor tras la enorme hélice de cuatro palas. Además, el motor tenía acceso directo al habitáculo y si se incendiaba, el humo invadía la carlinga, como ocurrió en una ocasión provocando la pérdida real de un piloto. Pero a veces todo era figurado a base de movimientos de cámara con el avión parado o simulando el movimiento remolcando el aparato». Entre los momentos más tensos, Lazarán recuerda la célebre escena en la que aparecen decenas de aviones en formación y a una mímima distancia, que hacía muy peligroso el vuelo ya que eran aparatos de características y velocidades distintas. En la película aparecen hasta 300 aviones juntos sobre el Canal de la Mancha, era un truco visual combinando la escena de vuelo real con maquetas sostenidas por hilos muy finos y hélices rotatorias, desde los que hasta se lanzaban muñecos en paracaídas. Durante tres meses el rodaje se trasladó a los aeródromos del Sur de Gran Bretaña donde los aparatos llegaron tras recalar en Getafe, Biarritz, Nantes, Maston y Debden: «En las escenas de los ataques a vuelo rasante contra las bases inglesas se recreó la fachada de un castillo destruido durante la guerra aunque también se bombardearon hangares reales, no recuerdo si con cargas en tierra, pero lo cierto es que a veces nos llegaban los cascotes. Había varios equipos de rodaje y a Peter O'Toole sólo le vi una vez», recuerda Lazarán, quien cree que la auténtica batalla de Inglaterra la ganó el radar en manos británicas entre otros factores como los fallos tácticos germanos junto a la pericia de los pilotos ingleses, que sacaron fuerzas de su inferioridad numérica frente a la aviación enemiga.