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A tenor de lo visto y escuchado, el Gobierno de José María Aznar pecó de imprevisión en algo tan tangible y alarmante como era la posibilidad de que nuestro país se convirtiera en objetivo de los terroristas islámicos, que ya anidaban entre nosotros como refugio seguro para sus actividades en otros lugares. De ahí que su sucesor, José Luis Rodríguez Zapatero, quiera hacer algo para demostrar que el asunto es de máxima prioridad para su equipo. Estamos en Navidad, fechas complicadas en las que se encajan como filigrana las vacaciones escolares, las salidas multitudinarias de una a otra provincia para visitar a la familia, los viajes a la nieve y el turismo puro y duro. Hay muchos desplazamientos, mucho movimiento y mucha gente en todas partes. Son fiestas en las que se callejea habitualmente y en las que participan activamente mayores y niños. De ahí que el temor a un nuevo ataque haya empezado a vislumbrarse, aunque con timidez.

No sabemos hasta qué punto hay datos fiables que avalen la teoría del terror, pero en estos casos más vale siempre prevenir. Y así lo ha entendido el Gobierno, poniendo en marcha un plan de seguridad ante el riesgo de atentados terroristas.

No es exagerado, ni es alarmista. España, por desgracia, tiene a sus espaldas cuarenta años de terrorismo -en el puente de la Constitución hubo un nuevo susto etarra en Madrid- y uno de los más graves ataques del radicalismo islámico -y cada semana se siguen produciendo detenciones-. O sea, que somos objetivo de los asesinos de uno y de otro signo. Pero además es una medida valiente que dará a entender a todos que nuestras autoridades velan por la seguridad de la ciudadanía. Y ojalá esta vez las medidas sirvan de disuasión.