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El próximo 24 de diciembre, Nochebuena, será el último día en que el antiguo Café Español abra sus puertas. Tras 69 años, tres generaciones y un sinfín de anécdotas, este clásico de Palma se despide de su habitual local, ubicado en la calle Joan Crespí, y se traslada a la calle Cabrit i Bassa. El motivo: la desorbitada subida del precio de alquiler. Por este bar han pasado tres generaciones. En 1935, el matrimonio formado por Andrés Ribas y Margarita Busquet dejaron su trabajo en el campo, en el huerto de Cala Bollà, para regentar el bar. En 1940 nace Antonio Ribas Busquet, y cuatro años más tarde, su hermana Apolonia, más conocida como «Polita». En 1956, su padre muere y Antonio deja los estudios con tan sólo 16 años para hacerse cargo del local junto a su hermana y su madre. En 1970 se casó con Carmen Ramis y su madre se retiró. Años después nacería su hija Margarita, que a los 18 años decidió dejar los estudios y ayudar en el bar. Ahora, Antonio, su hija y su yerno Jaume son los que sacan adelante el bar.

En los inicios del local, la zona estaba casi desierta y los clientes que acudían eran trabajadores de las distintas fábricas que había, como la Industria Metalúrgica Ibérica o la fábrica de lejía y jabón de La Roqueta. «Eran otros tiempos, teníamos que abrir los 365 días del año de 6.00 a 3.00 de la madrugada. No había festivos ni Navidades», explica Antonio. Con el paso de los años y la construcción de una multitud de viviendas en esa zona, la clientela pasó a ser señorial. Además, el Café Español fue uno de los primeros en colocar una televisión en el local y numerosas personas acudían a verla; «ahora es al revés, la televisión quita clientela». También se convirtió en un punto de encuentro para tertulias y juegos de cartas. Este bar presume de tener una clientela fija. «Si algún día faltaba alguno de mis clientes, le llamaba a casa para saber si le pasaba algo. Para mí, mis clientes son como mi familia», asegura el dueño.

Además de hacer uno de los mejores cafés de Palma, este bar tiene entre sus especialidades los bocadillos de sobrasada, que ellos mismos realizan en su finca. El edificio que alberga este establecimiento data de antes del año 1929 y la decoración es a base de adornos naturales modernistas. La barra es una auténtica obra de arte, que muchos turistas fotografían. El nuevo local respetará uno de estos adornos en su anagrama. También conservará el nombre, aunque se normalizará y pasará a llamarse «Cafè Espanyol». Además, es la sede del Club Colombófilo Cultural. Bajo la consigna de «el cliente siempre tiene la razón», Antonio y su familia han tratado a todo aquel que pasaba por el café con una amabilidad de lujo y una gran sonrisa. Por ello, les deseamos suerte en su nueva etapa.

Samantha Coquillat