La presidenta del Consell, en el momento de su encuentro con el Papa. Foto: EL VATICANO

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El papa Juan Pablo II recibió en una audiencia multitudinaria al grupo de mallorquines que estos días se encuentran en la capital de Italia en un viaje organizado por el Consell de Mallorca con motivo del 150 aniversario del poeta pollencí Miquel Costa i Llobera. Tras la emocionante «ceremonia» de hora y media en la que el Papa hizo una especial mención a todos los peregrinos que nos encontrábamos en el aula Pablo VI, alrededor de 5.000 personas, entre ellas 160 procedentes de Mallorca, la presidenta del Consell de Mallorca, Maria Antònia Munar, tuvo un saludo personal con besamanos al Papa. A Munar la acompañaron Dolça Mulet, vicepresidenta del Consell, y el director insular Guillem Ginard. Con traje-falda oscuro y una preciosa blusa blanca, la presidenta confesó: «Es un motivo de orgullo que Su Santidad sepa lo que para nosotros significa Costa i Llobera». Por otro lado añadió, «de cerca, Juan Pablo II parece estar mucho mejor que desde lejos. Desprende una enorme fortaleza interior». A Juan Pablo II, por cuestiones de protocolo, no se le pudo hacer entrega de una litografía de Costa i Llobera y el Pi de Formentor. Tras el acto el grupo se retiró con el recuerdo y la satisfacción de haber visto de cerca al Papa. Por la tarde, el Coro del Teatre Principal cantó en el altar de la cátedra de la basílica del Vaticano.

En primer lugar sonó «Antífona de la Verge», con texto de Costa i Llobera. En el ofertorio cantaron «Canntecorum iubilu», seguido en la comunión del «Pannis Angelicus» y finalizando con «Cantus», de la misa de Réquiem de Verdi. Francesc Bonnín, director de la coral, integrada por 60 personas, confesó haberse sentido muy emocionado, al igual que todos los integrantes de ésta, de haber clausurado el veinte aniversario con esta excelente actuación en la cátedra de la basílica del Vaticano.

Tras finalizar los actos del programa la gente quiso visitar Roma de noche, una ciudad llena de un especial romanticismo en la que los edificios y la tímida luz de sus fachadas y calles invitan a un agradable paseo. A pesar del frío de la noche, el clima durante el día es primaveral. Rosarios, cruces, figuras, postales y muchos más recuerdos se ofrecen en los «chiringuitos» callejeros, donde los turistas aprovechan para comprar adquirir un souvenir. La cena la realizamos en una pizzería, en la que todos hablaron únicamente de la experiencia vivida por la mañana y comentaron la figura y el estado de salud del papa Juan Pablo II.

Julián Aguirre