TW
0

Por espacio de tres días, alrededor de 450 moteros procedentes de lugares diversos, como Alemania, Estados Unidos, Bélgica y diversos puntos de España, como Navarra, Alicante, Denia, Javea, Tarragona, y por supuesto de Balears, han acampado y convivido en la explanada del Western Water Park, de Magaluf, y nunca mejor dicho acampado, pues quienes han pernoctado en aquel lugar lo han hecho en tiendas de campaña, a cuya vera han aparcado la valiosa máquina, dios supremo de su doctrina sobre dos ruedas, a quien a diario rinden pleitesía, miman y hacen obsequios en forma de valiosas piezas con el objeto de mejorar, sobre todo, su estética.

La movida, que se ha llamado Fiesta Brava, o al menos así se ha anunciado en carteles, pasquines y camisetas, se ha distribuido en diversos actos, como excursiones a distintos puntos de la bahía, visita a Bellver, cenas y comidas, juegos y competiciones. Ayer a mediodía, antes del almuerzo de clausura, tuvo lugar la fiesta de camiseta mojada, seguida de la de calzoncillo mojado, consistente en que ellas y ellos -ellas en camiseta y ellos en calzoncillos-, dejaban que otros los remojarán, con lo cual se trasparentaba «lo» que había debajo.

Aparte de que a lo largo de tres días se fomentó algo de lo que anda tan falto el género humano: la amistad y la convivencia, esta Fiesta Brava fue una especie de pasarela sobre la que desfilaron moteros, especie de cowboys del siglo XXI, con sus vestimentas, gorros, botas, melenas y barbas al viento -algunos parecían extraídos de los tiempos que siguieron a la Guerra de Secesión- y sus motocicletas, a cada cual también más maravillosa.

Pedro Prieto