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El intenso debate social que se vive en Mallorca desde que el Govern anunció cambios en la planificación viaria evidencia que el problema de las carreteras es uno de los asuntos más sensibles para los ciudadanos de la Comunitat. Y si el tema es sensible, la respuesta del Govern también debería serlo. El Ejecutivo de Jaume Matas debe actuar conjugando el necesario progreso económico de las Islas y la mejora de las comunicaciones de Mallorca, con el justo mantenimiento del medio natural, auténtico valor añadido a la hora de propiciar la llegada de un turismo de calidad a las Islas.

Por ello es imprescindible que el Govern siga adelante con su política de mejora de los cuatro grandes ejes viarios que existen en Mallorca. La prolongación de la autopista hasta Alcúdia es tan necesaria como el desdoblamiento entre Palma y Manacor, no sólo por la importancia estratégica que supone mejorar la comunicación entre los principales núcleos urbanos de Mallorca, sino, sobre todo, por el trágico número de vidas que se cobran al año estos dos ejes. Lo mismo cabe decirse de la prolongación de la autopista hacia Andratx, ilógicamente cercenada en estos momentos a la altura de Palma Nova, y de la autopista de Llucmajor.

Lo que ya no resulta tan lógico es la construcción de alguno de los proyectos que el Govern tiene en cartera. Sería muy oportuno que el Ejecutivo de Matas decidiera retirar el proyecto de autovía entre Inca y Manacor que ni siquiera es entendido por los propios votantes del PP. Con respecto al segundo cinturón, sin dudar de la necesidad de construir una nueva arteria que evite los permanentes colapsos de entrada a Palma, el Ejecutivo debería evitar que núcleos tradicionales de Palma, como Son Sardina, se vean transformados de forma radical por este trazado.