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Vuelve a producirse en Balears la dicotomía a la que estábamos habituados, en la que el Govern de las Islas es de un signo político y el de Madrid, de otro. Ahora, tras el triunfo de los socialistas en el escenario político nacional, tocaba cambio de delegado del Gobierno, cargo que ostentaba el popular Miquel Ramis, que ayer se despidió tras realizar una muy positiva labor durante algo más de un año. Ramis ha actuado con extraordinaria prudencia, afabilidaad y sentido de servicio a la ciudadanía. Ayer le dio el relevo a otro ex alcalde como él, Ramon Socias, médico y ex senador, que llega precedido de una merecida fama de hombre moderado y alejado de toda confrontación.

Fue un cambio de caras que se quiso exteriorizar en un clima de cordialidad y respeto institucional. Socias llegó «tendiendo la mano a las instituciones de las Islas» y prometiendo escuchar a todos, algo que se agradecerá por parte de la ciudadanía, pues a nadie se le escapa que con el cambio de signo político en la nación las tiranteces pueden estar a la orden del día.

Reflejo de ese nuevo «talante», el delegado del Gobierno entrante elogió la actitud de su predecesor, Miquel Ramis, en el traspaso de poderes, y auguró una etapa de colaboración y de diálogo lo mismo con las instituciones que con los representantes de movimientos sociales y ciudadanos.

Los retos a los que se enfrenta son los de siempre: controlar la delincuencia -a veces campante en algunas zonas-, regular los procesos inmigratorios y garantizar la seguridad de una población que se multiplica casi hasta el infinito en temporada alta.

No son asuntos fáciles ni de rápida solución. Quizá si, como ha prometido el Gobierno, se materializa un fuerte esfuerzo inversor en presencia policial en las calles, se consiga algo.

De entrada, este espíritu colaborador que promete Ramon Socias es un primer paso esperanzador, pues todos los asuntos que dependen de la Delegación del Gobierno nos afectan a todos.