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La televisión pública española inicia una nueva etapa de la mano, por ahora, de Carmen Caffarel, una mujer a la que nadie ha conseguido interponer una crítica. Al parecer posee eso tan de moda que se llama «talante positivo» y con esas armas pretende convertir la radio y la televisión que es de todos en eso mismo, en territorio de todos; lo cual no es fácil, dada la cantidad de años que lleva el ente público sirviendo únicamente a los intereses del que gobierna en cada momento.

Todos sabemos que Televisión Española posee unos medios y unos profesionales que son la envidia de los demás, y, sin embargo, qué poco lucen. Con una deuda histórica impensable, el reto ahora mismo es reconvertir la televisión en lo que debería ser: un medio de información, formación y entretenimiento plural, libre y crítico. ¿Dónde han quedado los debates, las entrevistas, los reportajes en profundidad; la divulgación científica, histórica, artística; la programación infantil con sentido y responsabilidad...?

Hoy la televisión pública compite con las privadas en lo más bajo de su programación: la telebasura y la ramplonería dirigida a las mentes más estúpidas. Y todo ello entrelazado con horarios absurdos, cortes publicitarios kilométricos, contraprogramaciones ridículas y demás.

No tiene ante sí una tarea nada fácil la señora Caffarel. La cultura y el pluralismo político en la programación general, la consecución de unas metas pedagógicas en la infantil y juvenil, la formación de un pensamiento crítico, entre otros muchos, deberán ser sus objetivos. Por contra, y lógicamente, deberá evitar la servidumbre del ente a la propaganda institucional y a la conservación del poder que ha tenido hasta hoy.