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JAIME MOREDA
El arte del rejoneo es una disciplina que requiere varios años de trabajo y suerte. Primero hay que tener un caballo que pueda ser domado tal y como lo requiere el rejoneo, pero luego hace falta que el animal tenga también el valor suficiente para salir a la plaza. En definitiva, que hace falta mucho tiempo. Por lo que se vio ayer en la plaza de toros de Palma, Leonardo Hernández la tiene y, en cambio, a Sergio Galán y Diego Ventura les falta. Pero es lógico, ya que el primero cuenta con 25 años de experiencia en este mundo y Ventura y Galán apenas están comenzando como quien dice. Con el tiempo, seguro que se pondrán a la altura de los mejores.

Leonardo Hernández hizo dos buenas faenas, sobre todo a su segundo, pero en el primero se mostró también muy dispuesto. Lástima que el público se dedicara más a protestar porque no se le concedía la oreja, que finalmente no obtuvo, que a sacar el pañuelo que es lo que debía hacer. De sus faenas destacaron los vistosos apoyos al galope, un par de banderillas a dos manos al primero de la noche a lomos de «Maestro» y otro al violín con esta misma montura.

Fue quien mejor utilizó los rejones de muerte y logró salir por la puerta grande merced a las dos orejas que logró cortar a su segundo astado. Sergio Galán, que se presentaba en el Coliseo balear, se mostró un tanto precipitado casi toda la noche en sus acciones, algunas de ellas más espectaculares que verdaderamente artísticas. Lo más destacado fue una banderilla al quiebro al quinto de la noche montando a «Caminero», perfecta de ejecución ya que dejó llegar al toro hasta sus dominios para «fintarle» en la cara y clavar en todo lo alto. Sus actuaciones estuvieron premiadas con una vuelta al ruedo y una ovación.