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«Siguiendo con el ejemplo que nos brindan otras culturas que veneran y siguen los consejos de sus mayores, hoy, los residentes del Llar d'Ancians de Palma queremos condenar todas las guerras habidas y por haber». Así dio comienzo un emotivo acto, en la capilla de la residencia, en el que primero intervinieron los ancianos residentes del Llar. Uno por uno dieron lectura a un manifiesto en el que se advirtió que «el árbol de la vida puede ser ocupado por el árbol del odio». Los más mayores se preguntaron «cómo es posible que se quiera construir un país que primero se destruye».

Estuvo presente en todo momento la advertencia sobre la destrucción de «nuestros bienes materiales, culturales e intelectuales, que nos han permitido llegar hasta aquí». Con este acto, aseguraron «defendemos los derechos de nuestros hijos e hijas y la semilla de los más jóvenes». En alusión a las madres: «Cuidado porque la ceguera del que no sabe usar el diálogo puede destruir a vuestros hijos».

A los más jóvenes: «La paz no puede ser una palabra vacía de contenido. Juntad vuestras voces a las nuestras en nombre de la paz». El acto estuvo amenizado con música, entre otras composiciones, se escuchó «Sólo le pido a Dios», presentada como «una canción para la memoria». Este acto que quiere difundir la «voz de los más viejos» contó con la participación del pintor Coll Bardolet, Lluis Maria Pomar, la poetisa Mercedes Guasp, así como una representación de alumnos de la Universitat Oberta per a Majors, UOM, y miembros de la iglesia Adventista, iglesia Evangélica, Islámica o de la fe Bahai, entre otras.

Antoni Martorel, padre franciscano y músico afirmó: «Como franciscano soy hijo de la paz. Nosotros no decimos no a la guerra sino que afirmamos la paz. De hecho nunca se puede saber con certeza absoluta cuándo hay una razón que justifique un conflicto, sin embargo, si se debe tener la certeza de luchar por la paz. Este es nuestro compromiso». Martorell vivió la guerra civil con 23 años y «aunque no vi jamás a ningún enemigo, no quiere decir que no los hubiera». El pintor Coll Bardolet cree que «es una injusticia contra la humanidad. En el mundo de hoy la guerra no debería tener cabida». Bardolet piensa que «ha faltado voluntad y ha sobrado orgullo». Este pintor vivió la «terrible aventura del exilio». A los veinte años tuvo que caminar más de veinte horas para cruzar los Pirineos: «Nos jugamos el pellejo, era muy peligroso intentar huir a Francia».

Mercedes Guasp, escritora y poetisa, aseguró: «Parece mentira que el ser humano tenga la prepotencia, la ambición, la crueldad, el odio, para llegar a destruirse a sí mismo. Es increíble que tenga la capacidad de llegar a destruir al propio ser humano, algo tan hermoso». En cuanto a su experiencia en la posguerra, la escritora Mercedes Guasp, asegura que «aunque no sufrimos la guerra como en otras partes, sí recuerdo los tiros cuando, al amanecer, fusilaban a la gente. Yo tenía 13 años y lo recuerdo con un horror tan grande que no se puede explicar con palabras». Mercedes Guasp leyó un poema titulado «Se ha muerto mi musa cuyo nombre es paz».

Carme Feliu, estudiante de Humanidades de la Universitat Oberta per a Majors manifestó: «Cuán absurdo es que se monte una guerra para evitar otra». Carme Feliu, recuerda también la posguerra en Mallorca y asegura que «aunque no pasé necesidad si viví con una gran austeridad». Esta estudiante preparó una poesía en la que expresaba su preocupación por el futuro de los niños: «¿Abuela, por qué lloras? Porque viví la guerra y veo peligrar la paz».