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La primavera ha llegado a las dos de la madrugada. Y, ya saben, la primavera la sangre altera. Lo cual no significa que ésta haya tenido que ver con la declaración de la guerra a Irak, que para la Historia comenzó el último día de invierno, pues estaba la contienda estaba más que declarada desde hace meses. De cualquier modo, siempre suceden cosas en primavera: en primavera, en París, tuvo lugar la mayor revolución estudiantil de Europa; también en primavera los tanques rusos entraron en Praga; en primavera la señora Stone encontró el amor en Roma; en primavera brotan las flores, se dan las notas a los estudiantes, se celebran las primeras comuniones, el Mes de Mayo, la Cruz de Mayo, la Fira del Ram, la Feria de Abril, la Semana Santa, el Princesa Sofía y este año las elecciones, que pueden cambiar el mapa político autonómico y municipal. También en primavera descubrimos hermosas mujercitas que entraron en el invierno siendo adolescentes.

Para colmo, la primavera ha entrado con buen pie climatológico, aunque muy mal a nivel de relaciones humanas, basta, si no, ver en la que andamos metidos. Por cierto, ayer en la playa, mientras estaba viendo a estas lozanas mozas -¿a que son bellas?- juguetear con el sol, me estuve preguntando si estamos preparados para la que se nos puede venir encima.

Por ejemplo, me preguntaba si en el Govern balear hay algún gabinete de crisis adonde acudir si ocurre algo, ¡qué sé yo! si pasa una tragedia, pues no olvidemos que estamos metidos de lleno en este tomate y... Bueno, pues que si mantenemos un Ejército, me gustaría saber -¿y a usted, no?- en qué medida éste nos va a defender, o a qué hospital llamar en el caso de que se produzca un foco infeccioso, por poner un ejemplo. Y les juro que lo pienso disfrutando del día, sin ánimo de ser alarmista, sino más bien siendo realista, pues es una primavera que se va a teñir de sangre sin que muchos de los que nos disponemos a disfrutarla hayamos tenido que ver con este desmadre.

Pedro Prieto