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El presidente José María Aznar se reunió el domingo con el líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, para pedirle su apoyo a la postura del Gobierno en el conflicto con Irak. Zapatero se negó -por tres veces- a brindarle ese apoyo, que habría supuesto para el PSOE un tropiezo imperdonable. Una actitud que, por otra parte, le permite abanderar una corriente pacifista, cada vez más activa, de la sociedad española.

Si en algo ha destacado hasta ahora Zapatero es en su afán por alcanzar consensos con el Gobierno en asuntos considerados «de Estado», como el terrorismo o la Justicia. Ahora bien, esto no significa dar respaldo político y parlamentario a todas las iniciativas del PP. Y menos en el caso del contencioso internacional con Irak, en el que Aznar está destacando por su defensa a ultranza de las tesis de Bush, unas tesis que no son compartidas por todos los países de la vieja y sabia Europa.

Hoy comparece el presidente Aznar en el Congreso para explicar la postura del Gobierno aunque, lamentablemente, no habrá debate con la oposición al haberlo impedido el PP. ¿No se merece un debate un asunto de tamaña importancia? También hoy el secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, intervendrá ante el Consejo de Seguridad de la ONU para aportar pruebas que justificarían una intervención militar contra el régimen de Sadam Hussein. Habrá que estar pendiente de ambas comparecencias. De momento, lo cierto es que una gran parte de la población española, aun rechazando los métodos de Bagdad, no ve motivos suficientes para que España se implique en un conflicto que cada vez parece más próximo. El Gobierno deberá reflexionar seriamente antes de ir peligrosamente más lejos en sus postulados, que la oposición no duda en calificar de belicistas.