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El presidente del Gobierno, José María Aznar, cree que los turistas que han dejado de venir, especialmente los «amigos alemanes», deben regresar y encontrar unas Islas con los precios moderados, ahora que con el euro todos los ciudadanos europeos saben exactamente qué y cuánto están pagando. No han tardado los responsables políticos del turismo balear en responder a las palabras de Aznar. Ciertamente, no estaría mal que ese ocho por ciento de turistas que han dejado de venir a las Islas volviera este año, pero mientras Alemania viva una crisis económica como la que tiene y el desempleo suba sin parar no estará en nuestras manos atraer a sus ciudadanos hacia unas vacaciones que, siempre, por baratas que resulten, son un pequeño lujo. Y tampoco querrán venir desde otros puntos de Europa mientras se esté fraguando una guerra internacional en la que el Reino Unido tendrá un papel preponderante y que provocará -ya lo está haciendo antes de empezar- que las Bolsas, y con ellas los ahorros de la clase media, se vayan al garete. Eso sin olvidar la entrada en el juego de nuevos destinos turísticos baratos, atractivos, mediterráneos y cercanos al centro de Europa, como Croacia y Bulgaria.

No están las cosas fáciles para el turismo. Ya vimos cómo un atentado en Nueva York, tan lejos, paralizó momentáneamente todo el negocio y provocó serios problemas a las compañías aéreas. Hoy el panorama es otro, pero también es complejo. Pero no hay que dejarse llevar por los datos de hoy mismo. Hay que saber realizar previsiones a medio y largo plazo, con inversiones y mejoras medioambientales y una adecuada promoción, porque Balears es un destino turístico de primera y seguirá siéndolo, independientemente de crisis puntuales, siempre y cuando no se cometan más errores y se eviten los enfrentamientos estériles.