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El Pi de Ternelles permanece hoy solitario, erguido en la Plaça Vella, como único rastro visible de la fiesta grande con la que cada año los pollencins conmemoran el día de San Antoni.

El mismo pino que ayer trajo de cabeza a los jóvenes en su difícil descenso desde la finca de Ternelles a través de las estrechas calles del pueblo, servirá para fabricar después de Cuaresma las espadas de los moros y cristianos que utilizarán en otra de sus fiestas grandes. A media mañana de ayer los muchachos, acompañados de las autoridades municipales, subieron a Ternelles donde les aguardaba el pino, preparado desde el jueves pasado y junto a él el almuerzo.

Recargadas las pilas, tras la comilona comenzó el descenso entre risas, cachondeo y bien bañados de «mesclat». El pino se hizo esperar y no entró en la Plaça Vella hasta pasadas las 20 horas y una vez allí, los chicos agotados, aún debieron demostrar su valía para trepar a su punta y alcanzar, como marca la tradición, el gallo que de allí cuelga. Lo alcanzó a las 20.30 José Martorell Lluis.

E. Ballestero