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El asunto de la vivienda en nuestro país sigue siendo objeto de noticias continuas en relación con la espectacular subida de los precios, la precariedad de las economías de los jóvenes, que se ven imposibilitados a acceder a un piso, y la reacción de las administraciones al respecto.

En asuntos como éste siempre parece que los gobiernos van despacio, porque la sociedad avanza a saltos y es difícil adaptar legislaciones, usos y costumbres a las nuevas realidades.

El pasado fin de semana la Generalitat catalana anunció una nueva iniciativa destinada a ayudar a los jóvenes de Catalunya y que ha sido contestada con evidente frialdad.

Se trata de desgravar el uno por ciento de la declaración de la renta de los padres que ayuden económicamente a sus hijos para que puedan acceder a su primera vivienda.

Desde el Gobierno central han acogido la medida con satisfacción, a pesar de calificarla de «modesta», mientras entidades juveniles y de izquierda consideran que únicamente beneficiará a familias con elevado poder adquisitivo. En realidad, poniendo números sobre la mesa, lo que se descubre es que más que modesta, la iniciativa es pírrica y que, en efecto, sólo podría beneficiar a los más ricos. Veamos si no un simple ejemplo. El de un padre que quiera entregar diez millones de pesetas "una cifra sólo al alcance de unos pocos" a su hijo. Sólo desgravaría cien mil pesetas. Y todos estamos de acuerdo en que alguien que dispone de ese dineral no estará demasiado interesado en tan ridícula desgravación.

Así que, al final, lo que hay que procurar es ayudar directamente a los jóvenes, no a sus padres, potenciar el mercado de alquiler y, sobre todo, estabilizar el empleo.