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La familia real británica luchaba ayer por mantener su dignidad, después de que una semana de embarazosas revelaciones por parte de un mayordomo la sumieron de nuevo en el escándalo. Los asesores reales mantuvieron reuniones de «emergencia» en los palacios de Buckingham y St James para buscar la manera de detener las incómodas versiones de la prensa. El hombre centro de atención, el ex mayordomo de la princesa Diana, Paul Burrell, se encontraba fuera del país, en Nueva York, y las entrevistas que planeaba dar a la prensa estadounidense seguramente seguirán irritando a la realeza.

La acusación más grave que ha salido a la luz fue la de una presunta violación homosexual que involucró a empleados de la realeza. Después de la revelación del mayordomo de que Diana hizo una grabación con las declaraciones de la presunta víctima, el ex empleado real George Smith dijo el fin de semana que fue violado por uno de los sirvientes del príncipe Carlos en 1989 y que ese mismo hombre trató de violarlo otra vez en 1995.

En una entrevista, Smith acusó a Carlos de encubrir el incidente frustrando una investigación interna sobre las acusaciones. El hombre en el centro de las acusaciones, cuya identidad no fue revelada, lo ha negado todo y denunció «el actual frenesí de la prensa». Sea cual fuere la verdad, la acusación de violación ha alimentado a una prensa hambrienta de escándalos.