Miguel Munar es uno de los muchos aficionados a la colombofilia que hay en la Isla.

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El mundo de las telecomunicaciones se ha desarrollado espectacularmente en las últimas décadas. Ordenadores portátiles, Internet y teléfonos móviles se han convertido en algo habitual en un primer mundo obsesionado con relativizar las distancias. En el ámbito bélico, aunque no tan conocidas por el gran público, las comunicaciones son cada vez más sofisticadas y precisas. Pero mientras este desarrollo se ha dado en el recién finalizado siglo, la guerra se viene practicando desde tiempos inmemoriales.

A falta de satélites, egipcios, romanos o árabes se valieron de otros aliados que a pesar de no ser tan veloces, no dejaron de resultar sumamente eficaces para cada uno de los ejércitos: las palomas mensajeras. Hoy en día la cría, cuidado y entrenamiento de estos animales tiene una vertiente mucho más deportiva. Ha pasado a ser eminentemente una afición, un arte al cual hay gran afición en la Isla, siendo varias las sociedades colombófilas que hay en Mallorca.

Cada una de estas sociedades organiza entre ellas competiciones a lo largo del año, aunque lo general es que sean los miembros de un mismo club los que compitan entre sí. La temporada comienza en noviembre con distancias cortas que irán alargándose conforme avance la temporada. Así, en noviembre y diciembre, las sueltas se hacen en la propia Isla y ya es en enero cuando se pasa a la Península, practicándose sueltas desde lugares como Alicante.

Zonas como Extremadura son ya palabras mayores, y los colombófilos mallorquines y sus palomas se desplazan allí ya a finales de temporada. Debemos tener en cuenta que estos animales son capaces de recorrer setecientos kilómetros en un solo día y alcanzar velocidades de hasta cien kilómetros por hora. En estas competiciones, cada una de las palomas se dirige a su palomar respectivo, pudiendo estar estos a varios kilómetros de distancia entre sí.