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No habrá Lototrot, al menos de momento. Así lo ha decidido el Govern de Francesc Antich, alegando que la fórmula elegida para financiar el deporte del trote no estaba totalmente clara, pues desde el Consolat de la Mar se sospecha que tal como estaba planteado este proyecto, podría servir a intereses particulares.

La medida, naturalmente, ha caído como un jarro de agua fría entre los aficionados al trote y entre los caballistas, que ven así esfumarse las esperanzas puestas en este proyecto y que ya han convocado movilizaciones en contra de la postura del Govern. Y lo hacen indignados y denunciando presiones por parte de la ONCE "de quien se dice que financia al PSOE", que se habría visto perjudicada por la competencia de este nuevo juego de azar, y por parte de los empresarios de las máquinas tragaperras, que contemplan como una amenaza los «jocs complementaris» que conlleva el planteamiento de la Lototrot, algo similar a los juegos que ellos comercializan.

Pero, aparte del posible daño al mundillo de este deporte, la postura del Govern va algo más allá: supone un duro golpe a Maria Antònia Munar, principal valedora de la Lototrot.

Las consecuencias políticas de esta decisión no se harán esperar y no sería descabellado pensar que Unió Mallorquina incluya en su próximo programa la idea de la Lototrot como baza electoral irrenunciable, lo que equivaldría a decir que de este asunto dependerán los pactos que posiblemente tengan que hacerse tras el recuento de votos en las elecciones autonómicas de 2003, para decidir quién ocupa el Consolat de la Mar.

Visto así, el tema no es despreciable, ni mucho menos.