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Como suele ser habitual en estos casos, de la cumbre de Johannesburgo no se van a derivar resultados prácticos de gran importancia. Pero cuando menos, en esta ocasión han quedado claros desde un punto de vista teórico una serie de aspectos hasta ahora cubiertos por el velo de la confusión. Los males del comercio mundial y su incidencia en el escaso desarrollo de las naciones más necesitadas son hoy tan evidentes, pese a la interesada hipocresía que ocasionalmente pretende encubrirlos, que han llevado a hacer causa común a la hora de diagnosticarlos a «frentes» tan distantes como los países pobres y el mismísimo Banco Mundial.

Las reglas de comercio hoy en vigor constituyen un obstáculo para el desarrollo de los países pobres y no por culpa del libre comercio, sino precisamente por la no puesta en práctica del mismo en sectores tan vitales para el Tercer Mundo como, por ejemplo, la agricultura. La dinámica en este sentido es tan sencilla como contundente: mientras que los países pobres abren sus fronteras y reducen aranceles, los países ricos incrementan las subvenciones a los agricultores-hacemos hincapié en la agricultura por ser un factor esencial en el que se apoya fundamentalmente la economía de las naciones necesitadas de desarrollo- que así pueden exportar sus productos a precios muy por debajo del coste de producción.

La injusticia del comercio internacional se pone de relieve en supuestos como éste. Y aquí no es conveniente perderse en bizantinas discusiones sobre las peculiaridades del sistema de mercado o las bondades del libre comercio-del que Disraeli dijo que no era un principio sino un recurso-, sino de lo que se trata es de arbitrar las condiciones que hagan posible un reparto equitativo de los formidables beneficios que genera el comercio mundial. No es admisible que en el presente, el coste para los países pobres de las barreras comerciales en los países ricos ascienda anualmente a 100.000 millones de dólares, el doble de lo que éstos destinan a ayudas al Tercer Mundo. Así no hay desarrollo posible.